jueves, febrero 12, 2009

La gran visión de Herzl






En el año 2004 viajé a Basilea, Suiza, y visité "el balcón" de Herzl, una visita predecible para una sionista de cuna, ya que fue el sionismo, más que el judaismo, mi arrullo materno. El hotel "Drei Könige" estaba siendo refaccionado así que me contenté con mirar los alrededores y desde el puente sobre el majestuoso Rin imaginarme el famoso balcón tapado con el anuncio sobre el destino del hotel.
Mi madre trabajó como voluntaria para la WIZO (Women International Zionist Organization) cuando las mujeres juntaban sus máquinas de coser en alguna sala hogareña y cosían los uniformes de los jalutzim que luego embalaban y enviaban allende los mares. Ahí me crié entre pantalones azules de trabajo que algún día olerían a gallinero o naranjal y escuchando a Shoshana Damari y Yafa Yarkoni como fondo del ruido de la rueda de la máquina singer que mi mamá operaba con el pie.
Nací cuando Nina Brown Baker escribió la biografía de Herzl, y ese libro estuvo siempre en la biblioteca familiar, y sigue en la mia personal, a pesar que fui donando mis libros, para leer casi todo en digital, este es una reliquia de convicciones y sentimientos. Las tapas rojas de la "Gran Visión" y la imágen de Herzl en su página interior me marcaron e inspiraron el camino de un sentimiento y un ideal.
A principios de la década de los 60 cayó sobre Argentina una de las tantas plagas que los judíos tuvieron que hacer frente en ese país. Israel había raptado en 1960 al criminal nazi Eichmann para juzgarlo en Jerusalem.
Durante los años siguientes los grupos tacuara-nazistas embistieron a la comunidad hebrea con saña y apoyo estatal. Mis hermanos fueron víctimas de esos enfrentamientos y nuestro hogar se lleno de gente de buena voluntad que planificaban y ayudaban a superar el trance. En la escuela tuve la palabra de "aliento" de mi maestra que explicó a viva voz que los judíos llevaban a cabo todo tipo de atentados para que la "gente normal" les tuviera lástima.
Volviendo a mi casa me pregunté qué había cambiado en casi un siglo desde que Herzl había visto el juicio contra Dreyfus y me imaginé ser Dreyfus cuando le arrancaban los botones y las insignias, degradándolo. Con once años me habían degradado frente a todos mis compañeros y me volvía a mi casa sin haber podido hacer ni decir nada.
La visión de Herzl había logrado insuflar esperanza en sus pares, el regreso al hogar milenario. La noche despues de la clausura del Congreso Sionista en Herzl escribió en su diario... "Si he de resumir los resultados del Congreso en una sola frase - que no me atrevería a pronunciar en público - diría lo siguiente: En Basilea fundé el Estado Judío. Si lo dijera en público, todo el mundo se reiría de mi. Quizás dentro de cinco años, pero seguramente dentro de cincuenta años, todos los reconocerán".
Gracias a Herzl yo paseo por el mundo con un pasaporte israelí (el argentino esta guardado, es accesorio y conveniente en casos extremos) y mis hijos nacieron en Israel, para que nunca tengan que volver a la casa del país en el que nacieron sintiéndose despreciados, rebajados y extranjeros.
Vuelvo a mis raices y a esos sentimientos dolorosos de mi niñez al ver que mis nietas deben observar pintado en la calle caraqueña, sobre una pared, un mensaje que marcó mi vida: ¡¡fuera judíos!!.

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